viernes, 21 de noviembre de 2025

DOMINGO XXXIV - SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

 

Solemnidad de Cristo Rey

Domingo 34 Ciclo C

 

Inicialmente esta fiesta se celebraba el domingo anterior a la de Todos los Santos (1 de noviembre). La reforma del Concilio Vaticano II decidió cerrar el año litúrgico con esta festividad, para subrayar la victoria final de Jesús.

David, el rey salvador (2 Samuel 5, 1-3)

            La primera lectura sólo se comprende recordando los acontecimientos previos. Años atrás, el primer rey israelita, Saúl, ha muerto luchando contra los filisteos. Le ha sucedido un hijo bastante inútil, Isbaal, y el poder se concentra en las manos del general Abner. Pero tensiones internas y externas llevarán al asesinato de Abner y, más tarde, de Isbaal. Las tribus del norte, sin rey ni general, se sienten desconcertadas. Y consideran que la única solución es ofrecerle el trono a David, que ya es rey de Judá desde hace siete años. Y se dirigen a la que entonces era capital de Judá, Hebrón (Jerusalén todavía no había sido conquistada).


En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron:

            ‒ Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel."

            Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.

            Nosotros leemos estas palabras sin darle especial importancia. Pero el que los del norte vengan a buscar la salvación en el rey del sur era entonces algo inaudito, que sólo se explica por la necesidad urgente de un rey que los salve.

Jesús, ¿un rey incapaz de salvar? (Lucas 23, 35-43)

            Los contemporáneos de Jesús también esperaban un rey con capacidad de salvar. La lectura del evangelio de hoy lo deja muy claro. Las autoridades, los soldados, uno de los malhechores crucificado con Jesús, lo repiten hasta la saciedad. Pronuncian los mayores títulos: Mesías de Dios, Elegido, rey de los judíos, Mesías. Pero sólo están dispuestos a aplicárselos a Jesús si se salva a sí mismo, o, como dice el otro crucificado, «sálvate a ti mismo y a nosotros». La sorpresa aparece al final, en la petición del buen ladrón.

            En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo:

            ‒ A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

            Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

            ‒ Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

            Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»

            Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:

            ‒ ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.

            Pero el otro lo increpaba:

            ‒ ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.

            Y decía:

            ‒ Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

            Jesús le respondió:

            ‒ Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

            El evangelio de san Juan pone en boca de Jesús, durante el juicio ante Pilato, las palabras: «Mi reino no es de este mundo». Y eso mismo dice aquí, no Jesús, sino el que conocemos como «el buen ladrón». El reino de Jesús no se realiza en este mundo, no es aquí donde realizará obras portentosas para que la gente lo acepte como rey. Su reino se encuentra en una dimensión distinta, en la que entrará a través de la muerte. Por eso, el buen ladrón no pide que lo salve. Sólo pide un recuerdo: «acuérdate de mí».

            A lo largo de su vida, Jesús escuchó muchas peticiones: de leprosos que deseaban ser curados, de ciegos y cojos, de padres de niños difuntos, de discípulos asustados por la tormenta… Pero esta resulta la petición más bella y más sencilla: «Jesús, acuérdate de mí». El buen ladrón pide muy poco. Pero hace falta una fe profundísima para creer que ese ajusticiado, al que todos rechazan y del que todos se burlan, dentro de poco será rey, y que un simple recuerdo suyo puede traer la felicidad. Así ocurre en la promesa que Jesús le hace: «hoy estarás conmigo en el paraíso».

            «Acuérdate de mí» y «estarás conmigo» son las dos caras de una misma moneda, de la intimidad plena entre el rey y su súbdito, más satisfactoria que todas las prebendas y beneficios mundanos que regalan otros reyes.

Jesús, mucho más que rey (Colosenses 1,12-20)

Si los presentes junto a la cruz negaban la realeza de Jesús, Pablo, sin llamarlo “rey”, habla de su reino y coloca a Jesús por encima de todo lo imaginable en cielo y tierra. La lectura podemos dividirla en dos secciones.

En la primera, se da gracias a Dios por un regalo inimaginable. Imaginemos que somos ciudadanos de un país pobre, miserable, sin futuro; de repente, nos conceden la ciudadanía de un país maravilloso, el pasaporte para entrar en él, e incluso nos llevan en avión en primera clase. Eso es lo que ha hecho Dios con nosotros: del mundo de las sombras y del pecado nos traslada al reino de su Hijo querido.

La segunda parte resulta difícil entender si no se conoce la situación de los cristianos de Colosas (en la actual Turquía). ¿Era Jesús superior a los semidioses tan venerados por el pueblo: tronos, dominaciones, principados, potestades? ¿Se extendía su dominio a los seres visibles e invisibles, al pasado y al futuro, al ámbito de los muertos? Preguntas que pueden parecernos trasnochadas pero esenciales para ellos. Pablo responde situando a Jesús por encima de todo lo imaginables en cielo y tierra, pero sin olvidar la realidad de su muerte en cruz.

Hermanos: Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Nota sobre el sentido originario de la fiesta

Cuando Achille Ratti fue elegido Papa en febrero de 1922 y tomó el nombre de Pío XI, tenía la experiencia reciente de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución rusa. Pocos meses después, en octubre, Mussolini organizaba la marcha sobre Roma, que llevaría al triunfo del fascismo. Un año más tarde (8 de noviembre de 1923) Hitler intenta un golpe de estado en Múnich. Pío XI, alarmado por las tensiones crecientes en Europa y en todo el mundo, piensa que la única y verdadera solución a los problemas de tipo social, político, económico, es atenerse al mensaje del evangelio. Si Cristo fuese el rey de este mundo, muy distintas serían las cosas. Entonces instituyó esta fiesta, aprovechando que en 1925 se cumplían mil seiscientos años del concilio de Nicea, que proclamó la realeza de Cristo al añadir al credo apostólico las palabras: “y su reino no tendrán fin”.

            Ha pasado un siglo. El lenguaje, como tantas cosas, ha cambiado; las verdades profundas, no. No creo que muchos católicos se animen a decir hoy día que la solución a los problemas que afectan al mundo actual sea Cristo Rey. Pero sí debemos estar dispuestos a defender los valores evangélicos del amor al prójimo, especialmente al más necesitado, de reconocernos todos como hermanos, hijos del mismo Padre, de la compasión, la justicia, la paz.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

SANGRE - HISTORIA ÍNTIMA Y CULTURAL

 Un órgano corporal y un símbolo religioso, social y político


Mar Gómez Glez

Sangre

Historia íntima y cultural de un fluir constante

Barcelona, Ariel, 2025                                       

 

El cuerpo humano y cada uno de sus miembros y de sus órganos han sido descritos en todas las culturas como soportes de significados que tratan de explicar quiénes somos, qué somos y cómo somos. Los seres humanos, como es sabido, somos simbólicos y necesitamos símbolos “vivos” con los que definir nuestras peculiares maneras de interpretar nuestras vidas. Es comprensible, por lo tanto, que, además de describirlo con estudios anatómicos y fisiológicos, tradicionalmente también se haya interpretado mitificado y sacralizado por poetas, filósofos y teólogos. 

Esta obra sobre la sangre, escrita por Mar Gómez Glez, es, al mismo tiempo, serio, detallado, claro y bello. Sus destinatarios son los profesionales de la medicina, los poetas, los teóricos, los historiadores, los críticos literarios y, además, todos los que estamos interesados en conocer las diferentes interpretaciones que se siguen haciendo de este fluido que es vital y misterioso.

Explica con detalle y con claridad cómo, junto al corazón, ha sido el órgano más presente de nuestro cuerpo. Nos recuerda cómo ha sido valorado en la tradición judeocristiana, y describe sus significados sociales y hasta políticos. Por supuesto, descubre y profundiza sus usos literarios y estéticos, sin olvidar “la más violenta de las actividades humanas: la guerra, donde más sangre se pierde”.

Además de explicar con claridad las razones de sus valores fisiológicos y la importancia de sus análisis clínicos para diagnosticar las diversas enfermedades, evoca la imagen del vampiro usada metafóricamente por Marx para describir al capital. A mi juicio, la importancia de esta obra clara y amena, a pesar de su rigor, es útil para los profesionales de la medicina que se sienten llamados a explicar a los pacientes las dolencias y las terapias, es esclarecedora para los teóricos e historiadores del arte y de la literatura, y, además, altamente instructiva para los lectores interesados en conocer el funcionamiento y los significados de nuestros órganos corporales vitales.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura


viernes, 14 de noviembre de 2025

DOMINGO XXXIII - EL FIN DEL AÑO Y EL FIN DEL MUNDO

 

El fin del año y el fin del mundo

Domingo 33 Ciclo C

 

Para la Iglesia, el año litúrgico no termina el 31 de diciembre sino a finales de noviembre. De ese modo puede reservar cuatro domingos antes del 25 de diciembre para celebrar el Adviento, que forma ya parte del nuevo ciclo. El último domingo del tiempo ordinario (34) se dedica siempre a celebrar la fiesta de Cristo Rey. Y el penúltimo (33) a recordar el fin del mundo y de la historia. Algo que puede parecer bastante ajeno a nuestra mentalidad y cultura, pero que fue esencial para los primeros cristianos y que ofrece materia interesante de reflexión.

Del entusiasmo ingenuo a la esperanza apocalíptica

La gran tragedia experimentada por el pueblo judío a comienzos del siglo VI a.C. (deportación a Babilonia, destrucción de Jerusalén y de su templo, pérdida de la independencia) provocó al cabo de unos años un florecimiento de profecías que anunciaban la vuelta de los desterrados, la prosperidad y esplendor de Jerusalén, la gloria futura del pueblo de Dios. Los profetas rivalizaban por ver quién anunciaba un futuro mejor. Y la gente, durante siglos, alentó esas esperanzas. Hasta que la realidad se impuso, dando paso a una gran decepción: ni independencia, ni riqueza, ni esplendor. La decepción fue tan fuerte, que algunos grupos vieron la solución en la desaparición del mundo presente, radicalmente malo, y la aparición de un mundo futuro maravilloso, del que sólo formarían parte los buenos israelitas. La primera lectura de hoy lo afirma con toda claridad.

Primera lectura (Malaquías 3,19-20a)

Mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir ‒dice el Señor de los ejércitos‒, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.

            En este breve pasaje, lo único que precisa comentario es la metáfora final. Para nosotros, «un sol de justicia» es un sol terrible, del que buscamos refugio bajo cualquier sombra. Pero este no es el sentido aquí, sino todo lo contrario: «un sol salvador, que nos salva con sus rayos». ¿De dónde viene esta extraña metáfora? Probablemente de Egipto, inspirándose en la imagen del sol alado, que representa su acción benéfica sobre todo el mundo. 

El cálculo del momento final y las señales

            Ya que la mentalidad apocalíptica considera inminente el fin del mundo, desea calcular el momento exacto en que tendrá lugar y las señales que lo anunciarán. Las dos preguntas que formulan los discípulos a Jesús en el evangelio de hoy recogen muy bien ambos aspectos: ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder? Para la mentalidad apocalíptica, cualquier acontecimiento trágico, sobre todo si era de grandes proporciones, anunciaba el fin del mundo. Por eso, en el evangelio de este domingo, cuando los discípulos oyen anunciar la destrucción de Jerusalén, inmediatamente piensan en el fin del mundo.

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.  Jesús les dijo:

‒ Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.

Ellos le preguntaron:

‒ Maestro, ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?

            El peligro de esta mentalidad es que resulta estéril. Todo se queda en cálculos y señales, sin comprometerse con los problemas del mundo que nos rodea. Y eso es lo que pretenden evitar los evangelios sinópticos cuando ponen en boca de Jesús un largo discurso apocalíptico, que la liturgia mutila abundantemente (en nuestro caso, los 29 versículos de Lucas 21,8-36 quedan reducidos a los doce primeros; menos de la mitad).

La respuesta de Jesús

Él contestó:

‒ Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: «Yo soy», o bien: «El momento está cerca»; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.

Luego les dijo:

            ‒ Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

            Las palabras de Jesús recogen un buen catálogo de las señales habituales en la apocalíptica: 1) a nivel humano: guerras civiles, revoluciones y guerras internacionales; 2) a nivel terrestre: epidemias y hambre; 3) a nivel celeste: signos espantosos.

            Pero nada de esto anuncia el fin del mundo. Antes, y aquí radica la novedad del discurso, ocurrirán señales a nivel personal y comunitario: persecución religiosa y política, cárcel, juicio ante tribunales civiles; incluso la traición de padres y hermanos, la muerte y el odio de todos por causa de Jesús. Esta parte abandona la enumeración de catástrofes apocalípticas para describir la dura realidad de las primeras comunidades cristianas. En todas ellas habría algunos juzgados y condenados injustamente, traicionados incluso por sus seres más queridos. Sólo dos frases alivian la tensión de este párrafo tan trágico.

            La primera resulta casi irónica, pero no lo es: Así tendréis ocasión de dar testimonio. La persecución, la cárcel y los juicios injustos no se deben ver como algo puramente negativo. Ofrecen la posibilidad de dar testimonio de Jesús, y así lo interpretaron los numerosos mártires de los primeros siglos y los mártires de todos los tiempos.

            La segunda alienta la confianza y la esperanza: ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Más bien habría que decir que perecerán todos los cabellos de vuestra cabeza, pero salvaréis vuestras almas, que es lo importante.

            Si siguiésemos leyendo el discurso, todo culminaría en la aparición de Jesús, «el Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria». Es el sol del que hablaba Malaquías, que ilumina y salva a todos los que creen en él.

Frente a la curiosidad, testimonio

            Las lecturas de este domingo corren el peligro de ser interpretadas en el Primer Mundo como mero recuerdo de lo que ocurrió entre los primeros cristianos. Muy distinta será la interpretación de bastantes iglesias africanas y asiáticas, que se verán muy bien reflejadas y consoladas por las palabras de Jesús. También nosotros debemos recordar que, sin persecuciones ni cárceles, nuestra misión es aprovechar todas las circunstancias de la vida para dar testimonio de Jesús.


Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

INMUNE A LA DISTRACCIÓN

 Manejar las riendas de nuestros tiempos

Nir Eyal con Julie Li

Inmunes a la distracción

Barcelona, Ediciones Península, 2025

     

Por supuesto que las distracciones son reacciones naturales y saludables ante el exceso de atención.  Pueden proporcionarnos el descanso necesario tras actividades aburridas, el alivio de inoportunas molestias, ocasiones propicias para la creación y, por supuesto, para la recreación. Quizás algunas ideas ingeniosas, proyectos ilusionantes o decisiones importantes se nos ocurran en momentos de distracción y nos proporcionen bienestar, pero son peligrosas cuando, por ejemplo, conducimos el coche y perjudicial cuando estudiamos la lección o trabajamos.

Inmunes a la distracción, una obra clara a pesar de ser rigurosa, nos proporciona ideas, estrategias y herramientas para lidiar las distracciones que manipulan nuestro cerebro, nos hacen perder el tiempo y malgastar la vida. Traza las líneas que nos orientan para que tomemos las riendas de nuestro tiempo y para que nos encaminemos hacia nuestro futuro, para que aprendamos a controlar nuestra atención y a elegir “cómo queremos vivir”.   Nos explica cómo el primer paso es reconocer que las distracciones empiezan en nuestro interior y cómo hemos de cultivar la habilidad de concentrarnos en lo que hacemos. Aborda la importancia de reservar tiempo para hacer lo que realmente queremos hacer. Examina los disparadores externos no deseados y nos proporciona claves para inmunizarnos de las distracciones. Finalmente, revisa cómo hacer que los lugares de trabajos sean inmunes a la distracción.

A partir del análisis de los orígenes psicológicos que de las emociones despiertan en nosotros y de los mecanismos que funcionan como si las escenas fantaseadas fueran realidad, nos propone una serie de pasos prácticos orientados a que logremos los objetivos que realmente nos interesan porque nos hacen crecer inspirándonos, motivándonos y alcanzando el control de nuestras vidas y de nuestras actividades profesionales. A mi juicio, estas orientaciones son oportunas para los alumnos y, por supuesto, para los profesores y para los que trabajamos en tareas que exigen una permanente atención y concentración.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

sábado, 8 de noviembre de 2025

LA DEDICATORIA DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN

 La Dedicación de la basílica de San Juan de Letrán


Lectura de la profecía de Ezequiel    40, 1b. 3a; 47, 1-2. 8-9. 12

En aquellos días:
La mano del Señor descendió sobre mi, y él me llevó allá. Y yo vi a un hombre, que por su aspecto parecía de bronce, con una cuerda de lino y una vara de medir en la mano. El hombre me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.
Entonces me dijo: «Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas partes adonde llegue el torrente.
Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio.»

Palabra de Dios.


SALMO    
Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9 (R.: 5)

R.
 Los canales del río alegran la ciudad de Dios,
la más santa morada del Altísimo.


El Señor es nuestro refugio y fortaleza,
una ayuda siempre pronta en los peligros.
Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva
y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar. R.

Los canales del Río alegran la Ciudad de Dios,
la más santa Morada del Altísimo.
El Señor está en medio de ella: nunca vacilará;
él la socorrerá al despuntar la aurora. R.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro baluarte es el Dios de Jacob.
Vengan a contemplar las obras del Señor,
él hace cosas admirables en la tierra. R.
 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
    3, 9c-11. 16-17

Hermanos:
Ustedes son el campo de Dios, el edificio de Dios. Según la gracia que Dios me ha dado, yo puse los cimientos como lo hace un buen arquitecto, y otro edifica encima. Que cada cual se fije bien de qué manera construye. El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo.
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.

Palabra de Dios.


ALELUIA
    2Cro 7, 16

Dice el Señor:
Yo he elegido y consagrado esta Casa,
a fin de que mi Nombre resida en ella para siempre.


EVANGELIO


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    2, 13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio.»
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?»
Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar.»
Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Palabra del Señor.

GUÍA DE PERPLEJOS

 La poesía como tabla de salvación


David Pujante

Guía de Perplejos

(Poesía reunida, 1978-2023)

Ediciones Universidad de Valladolid 2025

                                              

Si asumimos que la poesía es el reinado de la palabra, de la verdad y del amor, y que, por lo tanto, posee el poder de transfigurar al ser humano hecho de cuerpo y de alma, de tierra y cielo, podemos afirmar que poeta es quien posee la capacidad de alumbrar una nueva existencia a las experiencias elementales de una vida aparentemente sencilla. ¿Cómo? Haciendo que broten esas resonancias profundas transmutadas en la tabla de salvación que el ser humano forja como partícipe del poder creador.

En esta Guía de perplejos, compendio de la poesía publicada entre los años 1978 y 2023, David Pujante nos ofrece los hitos del discurrir –de sus “discursos”- de sus tiempos personales, de sus inquietantes perplejidades, de sus preguntas y de sus respuestas personales. En todas ellas pone de manifiesto que, como lingüista, humanista y poeta –como artista pluridiscipliar-, conoce los valores gnoseológicos, éticos y estéticos de esas palabras que, adecuadamente utilizadas, son portadoras de conocimientos, de comportamientos y de goces sensoriales, imaginativos y emotivos, creadoras de belleza y de esperanza.

Ante los permanentes cambios que él advierte durante las dilatadas pausas en las que siente, reflexiona, imagina, ama y teme, expresa las perplejidades que, soterradas o explícitas, han movido desde su niñez sus pensamientos, sus temores y, sobre todo, sus afectos. En esta obra, densa y estimulante, entona aquellas vivencias que “De otro tiempo y de ahora. / Si alguna novedad se encuentra en mi reducto / soñado a compartir, su novedad radica / en ser todo tan nuevo porque es / inevitablemente lo de siempre.

Sus versos expresan el mundo sentido y vivido, esas experiencias hondas de su peculiar forma de amar, de disfrutar y de vivir humanamente. Concibe la creación literaria como una lectura profunda de la vida, y la vida como una manera intensa -más consciente, más plena y más humana- de escribir y de leer la literatura. La poesía es para él un diálogo íntimo, una conversación intransferible consigo mismo y una oración secreta: sus versos sólo se pueden recitar en un ámbito de soledad y de profundo silencio.

Su poesía, más que para recitarla, es para sentirla en lo más hondo de nuestras entrañas. Me atrevo a afirmar, además, que muchos de sus poemas identifican nuestras maneras ocultas o patentes de desear o de temer, de amar o de odiar, de disfrutar o de sufrir, y que su lenguaje, claro y estimulante, nos muestra cómo una palabra, un gesto o una actitud poseen capacidad para alimentar toda una vida.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

viernes, 7 de noviembre de 2025

PALABRAS QUE HIEREN

Las palabras son herramientas poderosas y armas destructoras 


Judith Butle

Palabras que hieren

Barcelona, Paidós, 2025

                                    

La supremacía blanca en los Estados Unidos, amparada en el régimen de Trump, es el punto de partida de este estudio serio, detallado y sorprendentemente claro, en el que Judith Butle constata la amplia gama de personas que expresan el odio racial, misógino, homofóbico y transfóbico a través de la palabra y de la escritura. Son quienes actúan con la intención de “herir y degradar con armas específicamente lingüísticas”.   

Este hecho, reconocido por todos y lamentado por muchos, es la demostración de que las palabras, herramientas dotadas de muchos poderes y relacionadas con todos los poderes o con cualquier poder, además de alimentar, fortalecer y curar, también debilitan, enferman, hieren y matan: socavan la facultad de actuar y degradan a la otra persona o grupo mostrando incluso su desprecio.

Butler muestra con claridad y demuestra con razones cómo las palabras “actúan”, “producen” y “hacen daño”, porque son verdaderos “actos incendiarios” que producen efectos, a veces, mortales. Explica que las recientes propuestas para regular los discursos de odio en la sociedad, en los centros de trabajo y en otros ámbitos públicos están generando unas consecuencias políticas ambivalentes porque analizan y cuestionan las causas y los efectos del daño que se inflige a la sociedad y a las personas.

Partiendo de hechos concretos demuestra cómo algunas palabras poseen efectos “performativos” porque producen lo que dicen. Todos sabemos que, por ejemplo, la palabra ante un sacerdote o ante un juez en una ceremonia matrimonial cambia realmente nuestro estado familiar y social, o que la firma en un documento nos convierte en propietarios de un objeto.  Fíjense en la importancia política que puede alcanzar un simple voto.

En esta obra que, a mi juicio, deberían leer los políticos de cualquier signo o nivel, los profesores, los periodistas y, en general, los escritores y también nosotros, los lectores, Judith Butler nos llama la atención para que usemos e interpretemos las palabras con la responsabilidad de quien maneja una herramienta dotada de un, a veces, incontrolado poder para construir y construirnos, para destruir y destruirnos. 

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

viernes, 31 de octubre de 2025

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO - EL EXTRAÑO CASO DEL EXPLORADOR QUE SE CONVIERTE

 

El extraño caso del explotador que se convierte

Domingo 31 Ciclo C

 

El protagonista del evangelio de hoy es un jefe de publicanos y rico. Este término no sugiere al lector actual del evangelio el odio y desprecio que sentía el pueblo judío hacia los miembros de esta profesión, que trabajaban al servicio de los romanos y oprimían al pueblo con el cobro de los impuestos.

¿Mandamos a todos los ricos al infierno?

Hasta ahora, en su evangelio, Lucas no se ha limitado a defender a los pobres y a anunciarles un futuro definitivo mejor. Ha criticado también con enorme dureza a los ricos. Ha puesto en boca de María, en el Magníficat, unas palabras más propias de una anarquista que de una monja de clausura, cuando alaba a Dios porque «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.»

Y Jesús se muestra aún más duro en el Discurso de la llanura (equivalente al Sermón del Monte de Mateo): «¡Ay de vosotros, los ricos, porque recibís vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque pasaréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis y haréis duelo! (Lc 6,24-25). El ejemplo más claro del rico que llora y hace duelo es el de la parábola del rico y Lázaro, que no podrá disfrutar de una eternidad feliz.

¿Significa esto que ningún rico puede salvarse? El episodio del rico que pretende seguir a Jesús, aunque al final desiste porque no es capaz de renunciar a su riqueza, demuestra que un rico puede salvarse si observa los mandamientos (Lc 18,18-23).

¿Qué ocurre cuando se trata de un rico explotador?  La respuesta la da Lucas en el evangelio de hoy.

El ejemplo de Zaqueo (Lc 19,1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»

Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»

Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Breve comentario

1. Jesús no le pide a Zaqueo que lo invite a comer, le dice que quiere alojarse en su casa. Se trata de algo mucho más personal. Cuando Jesús continúe su camino, seguirá presente en la casa y la vida de Zaqueo.

2. La conducta de Jesús resulta escandalosa. Esta vez no escandaliza a fariseos y escribas, a seglares piadosos y teólogos rancios, sino a todos sus seguidores y partidarios, que han aplaudido hasta ahora sus críticas a los ricos.

3. La diferencia entre Jesús y sus partidarios radica en la forma de considerar al jefe de publicanos. Mientras Jesús lo considera una persona y lo llama por su nombre («Zaqueo, baja…»), sus partidarios lo desprecian («un pecador»). Ellos se dejan guiar por una ideología que condena al rico, mientras que Jesús se guía por la fe («también Zaqueo es hijo de Abrahán») y por su misión de buscar y salvar al que se ha perdido. La historia de Zaqueo recuerda las parábolas del hijo pródigo y de la oveja y la moneda perdidas.

4. La conducta de Zaqueo supone un cambio radical y muy duro. Sin que Jesús le exija nada, por pura iniciativa, da a los pobres la mitad de sus bienes y está dispuesto a restituir cuatro veces si se ha aprovechado de alguno. Y esto es lo que Lucas pretende enseñar: incluso un rico hipotéticamente injusto puede convertirse y salvarse; pero no basta invitar a Jesús a comer, debe darse un cambio profundo en su vida, con repercusiones en el ámbito económico.

5. Finalmente, la conducta de Jesús con Zaqueo trae a la memoria el refrán castellano: «Más moscas se atraen con una gota de miel que con un barril de hiel». Jesús podía haber criticado y condenado a Zaqueo. Sus seguidores lo habrían aplaudido una vez más. Y Zaqueo habría seguido explotando al pueblo.

Un texto precioso (Sabiduría 11,22-12,2)

La primera lectura es un excelente complemento al evangelio. Muchos piensan que el Dios del Antiguo Testamento es un ser cruel y justiciero, enemigo despiadado del pecador. Quien lea este texto tendrá que cambiar de idea: la actitud de Dios es la misma que la de Jesús con Zaqueo.


Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura por el

Pontificio Instituto Bíblico de Roma

viernes, 24 de octubre de 2025

FALLECIMIENTO DE JUAN CABALLERO GARCÍA

 Hoy ha fallecido en Alcalá de los Gazules, donde residía, nuestro gran amigo y satista comprometido Juan Caballero García. Nació un 19 de Febrero de 1946 y fue inscrito en el Colegio Safa de Alcalá de los Gazules con el número 124.

Desde que se fundó la Asociación de Antiguos Alumnos ha pertenecido a su Junta Directiva.

Descanse en la paz del Señor nuestro amigo Juan Caballero y a Carmen, su esposa, hermana María e hijas María del Carmen, Isabel María y Pilar, nuestro más sentido pésame. Que la Sagrada Familia de Nazaret le acoja bajo su manto.

Los oficios religiosos serán mañana día 25 a las 17:00 horas en la Parroquia del Mártir San Jorge de Alcalá de los Gazules.


DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO - LA JUSTICIA PARCIAL DE DIOS

 

La justicia parcial de Dios

Domingo 30 Ciclo C

El Catecismo que estudié de pequeño decía que Dios “premia a los buenos y castiga a los malos”. Pero no concretaba quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Y como nuestra forma de pensar es con frecuencia muy distinta de la de Dios, es probable que los que Dios considera buenos y malos no coincidan con los que nosotros juzgamos como tales.

Dios, un juez parcial a favor del pobre

            Esta es la imagen que ofrece la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico 35,12-14.16-18

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

            Lo más curioso de este texto es que no lo escribe un profeta, amante de las denuncias sociales y de las críticas a los ricos y poderosos, sino un judío culto, perteneciente a la clase acomodada del siglo II a.C.: Jesús ben Sira, viajero incansable en busca de la sabiduría, pero también gran conocedor de las tradiciones de Israel. Y la imagen que ofrece de Dios dista mucho de la que tenían bastantes israelitas. No es un Dios imparcial, que juzga a las personas por sus obras; es un Dios parcial, que juzga a las personas por su situación social. Por eso se pone de parte de los pobres, los oprimidos, los huérfanos y las viudas; los seres más débiles de la sociedad.

            Comienza el autor diciendo: El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial. Pero añade de inmediato, con un toque de ironía: no es parcial contra el pobre. Porque la experiencia de Israel, como la de todos los pueblos, enseña que lo más habitual es que la gente se ponga a favor de los poderosos y en contra de los débiles.

Dios, un juez parcial a favor del humilde

            El evangelio de Lucas (Lc 18, 9-14) ofrece el mismo contraste mediante un ejemplo distinto, sin relación con el ámbito económico.

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:

            ‒ Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.» El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.» Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

            La parábola es fácil de entender, pero conviene profundizar en la actitud del fariseo.

La confesión de inocencia

            Un niño pequeño, cuando hace una trastada, es frecuente que se excuse diciendo: “Mamá, yo no he sido”. Esta tendencia innata a declararse inocente influyó en la redacción del capítulo 150 del Libro de los muertos, una de las obras más populares del Antiguo Egipto. Es lo que se conoce como la “confesión negativa”, porque el difunto iba recitando una serie de malas acciones que no había cometido. Algo parecido encontramos también en algunos Salmos. Por ejemplo, Salmo 26(25),4-5:                  

                        No me siento con gente falsa,

                        con los clandestinos no voy;

                            detesto la banda de malhechores,

                        con los malvados no me siento.

La profesión de bondad

            Existe también la versión positiva, donde la persona enumera las cosas buenas que ha hecho. Encontramos un espléndido ejemplo en el libro de Job, cuando el protagonista proclama (Job 29,12-17):

                            Yo libraba al pobre que pedía socorro y al huérfano indefenso,

                            recibía la bendición del vagabundo y alegraba el corazón de la viuda;

                            de justicia me vestía y revestía,

                        el derecho era mi manto y mi turbante.

                            Yo era ojos para el ciego, era pies para el cojo,

                            yo era el padre de los pobres

                        y examinaba la causa del desconocido.

                            Le rompía las mandíbulas al inicuo

                        para arrancarle la presa de los dientes.

El orgullo del fariseo

            Volvamos a la confesión del fariseo: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.»

            Si el fariseo hubiera sido como Job, se habría limitado a las palabras finales: Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. Pero al fariseo lo come el odio y el desprecio a los demás, a los que considera globalmente pecadores: ladrones, injustos, adúlteros. Sólo él es bueno, y considera que Dios está por completo de su parte.

La humildad del publicano

            En el extremo opuesto se encuentra la actitud del publicano. A diferencia de Job, no recuerda sus buenas acciones, que algunas habría hecho en su vida. A diferencia del Libro de los muertos y algunos Salmos, no enumera malas acciones que no ha cometido. Al contrario, prescindiendo de los hechos concretos se fija en su actitud profunda y reconoce humildemente, mientras se golpea el pecho: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.  

            En el AT hay dos casos famosos de confesión de la propia culpa: David y Ajab. David reconoce su pecado después del adulterio con Betsabé y de ordenar la muerte de su esposo, Urías. Ajab reconoce su pecado después del asesinato de Nabot. Pero en ambos casos se trata de pecados muy concretos, y también en ambos casos es preciso que intervenga un profeta (Natán o Elías) para que el rey advierta la maldad de sus acciones. El publicano de la parábola muestra una humildad mucho mayor. No dice: “he hecho algo malo”, no necesita que un profeta le abra los ojos; él mismo se reconoce pecador y necesitado de la misericordia divina.

Dios, un juez parcial e injusto

            Al final de la parábola, Dios emite una sentencia desconcertante: el piadoso fariseo es condenado, mientras que el pecador es declarado inocente: Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no.

            ¿Debemos decir, en contra del Catecismo, que “Dios premia a los malos y castiga a los buenos”? ¿O, más bien, que debemos cambiar nuestros conceptos de buenos y malos, y nuestra imagen de Dios?

           

 

 

Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.

Doctor en Sagrada Escritura

Por el Instituto Bíblico de Roma

AMIGOS

LA AMISTAD SALVA VIDAS




Robin Dunbar

Amigos

Barcelona, Oaidós, 2023

                                            

La amistad –esa grata necesidad que todos experimentamos- es una fuente de salud y un vivero de bienestar que nos exigen el cultivo de destrezas relacionadas con la imaginación, con la reflexión, con la paciencia y que, en la mayoría de los casos, requiere desarrollar habilidades y esfuerzos permanentes. Tener amigos es un anhelo reconocido en las fuentes de nuestras raíces culturales: la Iliada nos cuenta la profundidad de la amistad que une a Aquiles con Patroclo, Aristóteles -en su Ética a Nicómaco- afirma que amistad es necesaria, bella y honrosa, y, en la tradición cristiana, la amistad es la manera de establecer relaciones con Jesús de Nazaret: “a vosotros os llamo amigos” (Juan, 15, 13-15). Casi todos pensamos que, para ganar y para conservar a los amigos, son suficientes las experiencias y, por eso quizás, a veces no tenemos en cuenta las teorías de los psicólogos, los sociólogos, los antropólogos y los médicos, extraídas de sus estudios científicos y de sus experiencias clínicas. En mi opinión, la teoría y la práctica son dos vías convergentes de aprendizaje porque nos proporcionan enseñanzas complementarias.

En este ensayo el profesor de Psicología Evolutiva de la Universidad de Oxford, Robin Dunbar, reúne las conclusiones a las que ha llegado tras detallados análisis sobre su importancia y sobre la necesidad de desarrollar algunas destrezas que nos ayuden a defenderla, a mantenerla y a mejorarla. En esta obra, que surgió al estudiar el comportamiento de los animales salvajes, nos explica estrategias para reforzar los vínculos de amistad como, por ejemplo, la risa, las canciones, los bailes, las fiestas o, en general, las celebraciones comunitarias. También extrae enseñanzas prácticas sobre los lenguajes de la amistad y descubre las relaciones entre la amistad y la confianza, ese sentimiento que “se va consolidando con el tiempo a medida en que tenemos más experiencias positivas con una persona”. Nos estimula para que nos preguntemos por qué terminan las amistades y por qué la amistad sigue siendo especialmente importante durante la vejez.

Tras sus análisis del comportamiento del cerebro social, de los diferentes tipos de amistades y de los mecanismos psicológicos, explica el supuesto elemental de que la amistad y la soledad son las dos caras de la misma moneda social, y de que nosotros estamos toda la vida pasando de una a otra. Constata cómo lo que más ha sorprendido a los investigadores durante la última década es que el hecho de tener amigos influye de manera espectacular en la felicidad de las personas y en la salud, en el bienestar e, incluso, en la longevidad. Permítanme que les confiese mi convicción de que los amigos salvan vidas porque, efectivamente, pensar que no son necesarios es ya asumir una condena. Estoy convencido de que los lectores que reflexionen sobre sus propias experiencias estarán de acuerdo en que la felicidad está ligada a la calidad de las relaciones personales y que ni el éxito social ni el dinero proporcionan tanto bienestar como los buenos amigos y los buenos amores.

 

José Antonio Hernández Guerrero

Catedrático de Teoría de la Literatura

El tiempo que hará...